Un sueño hecho realidad.
“Queremos ver otra realidad. Quedó atrás el olor nauseabundo y el humo de las quemas”, aseveran las mujeres del Barrio Trapito, en Tigre, provincia de Buenos Aires. Un grupo de vecinas se organizó para recuperar el basural a cielo abierto, y eliminar los restos de plásticos, vidrio y otros desechos que había en el lugar.
El objetivo es contar con un espacio verde que permita la recreación y el encuentro de toda la comunidad, afirman que ese trabajo significa una oportunidad para empezar a ver otra realidad.
“Pronto habrá árboles, bancos y juegos de plaza. El basural está en proceso de desaparición y quedó atrás tanto el olor nauseabundo como el humo de la quema que realizaban los propios vecinos”, relata emocionada Andrea Robledo, vecina y Psicóloga Social.
Este basural a cielo abierto ocupó casi cinco cuadras hasta el arroyo Las Tunas, ahora el paisaje es distinto, quedó atrás la acumulación de basura y ahora el basural está en proceso de desaparición.
En un container pintado e instalado por la fundación Vivienda Digna, las mujeres se aglomeran allí donde funciona el Espacio Comunitario Trapito, donde en articulación con la Municipalidad de Tigre se brindan clases de primaria para adultos, charlas de salud sexual y reproductiva, talleres artísticos, y clases de yoga, además se asiste en salud para atender a niñas, niños y adolescentes.
El Proyecto de Transformación del Basural fue uno de los cinco ganadores del premio de $400.000 de la Fundación Avon que se entregó a fines de agosto, y tiene como principal objetivo visibilizar propuestas que busquen reducir las brechas de desigualdad de género y mejorar la calidad de vida de sus comunidades.
“Nunca nos imaginamos que íbamos a tener el premio, eso jamás”, cuenta Ana Salazar, que reside en el Barrio hace 17 años y es una más de los siete referentes que impulsaron el proyecto con el acompañamiento de la Fundación Vivienda Digna.
“Todo se va haciendo por el impulso de las mujeres. El barrio popular siempre es como lo último que queda, pero en este lugar también viven personas que tienen los mismos derechos que las que viven en otro lado. Hoy tengo a mis hijos grandes, pero me gustaría que los chiquitos que están creciendo acá puedan empezar a ver otra realidad. Podes seguir siendo humilde, pero con una condición distinta de vida””, relata Ana, de 60 años, y recuerda que esta propuesta surgió recorriendo el barrio, donde viven alrededor de 500 familias.
“A todos nos sirve que el barrio mejore, que sea igual a otro barrio, costó mucho que haya asfalto y veredas- Hay que concientizar vecino por vecino sobre el tema ambiental y hasta que no lo ven, no lo creen”, sostuvo Robledo.
Los vecinos y el Municipio avanzan con la limpieza y desmalezado del ligar, pero todavía se pueden observar algunas bolsas de plástico, zapatillas viejas, botellas y restos orgánicos que se escabullen entre los escombros y cascotes.
“La plaza es algo que necesitábamos para juntarnos las mujeres a tomar mate y que los chicos disfruten. Es un avance enorme, pero primero hay que terminar de sacar todo”, relata Celia Babolene, de 58 años, pionera en el trabajo comunitario del barrio.
El panorama cambia día a día, ya no se acumulan montañas y montañas de basura, gracias a la lucha de estas mujeres, se instalaron contenedores en las calles y se pudo lograr que un camión municipal ingrese al barrio día por medio para vaciar los contenedores y recolectar los residuos.
“Hubo que juntar firmas y hacer reuniones. Tener el basural al lado era terrible, convivíamos con ratas, enfermedades, erupciones en la piel y mucho humo”, cuenta María Zabala, otra vecina del barrio.
Por otra parte, el grupo recibirá capacitaciones sobre el tratamiento de residuos, salud y cuidado de espacios verdes para poder llevarlo a la práctica entre los vecinos.
“Cuando entras a caminar el barrio te chocas con familias luchadoras, que tiene su trabajo, que quieren vivir mejor y arreglar su casita. A veces hay mucha discriminación, pero creo que nos hicimos fuertes entre todas dejando de lado eso y nos volcamos a dar una mano”, agrega la operadora en salud mental.
Al mediodía de cada día, las mujeres se despiden; deben trabajar, preparar el almuerzo, ir a buscar a los chicos a la escuela, o cocinar las viandas que entregan al comedor comunitario., entre saludos y risas, cada una retoma sus obligaciones con el hogar, dejando detrás otro espacio más, libre de residuos.
“De a poquito se está viendo el logro. Si bien falta para la plaza, los primeros pasos ya se están dando. Las mujeres vamos para adelante y, si estamos todas unidas, lo vamos a lograr”, exclama Andrea con énfasis.
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Fuente: Télam, altavoz tv, Fundación Avon Arg.