Omacha: “el hombre delfín”.

Los indígenas del Amazonas lo llaman Omacha, un apelativo que esconde un significado profundo.

Fernando Trujillo nació en Bogotá hace 56 años, sin embargo, ha pasado 37 de esos años en el río Amazonas dedicando su tiempo a investigar y defender la fauna local, especialmente los delfines rosados.

En aquel entonces, ha recorrido más de 80.000 kilómetros en ríos y ha convivido con comunidades de las etnias ticunas, cocamas y yaguas, quienes lo han reconocido como un miembro más de la selva amazónica, la más grande del mundo con 5,5 millones de kilómetros cuadrados.

En 1991, se fundó la Fundación Omacha para proteger la biodiversidad de la Amazonía de las amenazas constantes, como la deforestación y la minería ilegal, así como el cambio climático.

Se convirtió en el primer latino en ser nombrado Explorador del Año de National Geographic, un galardón que se otorga a quienes identifican y resuelven problemas importantes que afectan a nuestro planeta e inspiran a otros a actuar.

"Cuando me comunicaron el nombramiento no me lo creía. Muchos de los íconos que uno tiene de conservación están en National Geographic, así que es un honor, una gran responsabilidad", explica.

Los delfines lo han hechizado.

Desde su niñez, Trujillo ha experimentado una pasión inusual por la naturaleza influenciada por las historias de su abuelo, quien solía viajar a la Orinoquía, y los documentales del naturalista español Félix Rodríguez de la Fuente.

"Me presenté sólo a una universidad, que era la única que tenía biología marina. Todos me decían, pero ¿Cómo te arriesgas de esa manera?, ¿y si no te admiten?. Pero lo conseguí y estudié biología marina", recuerda.

Una experiencia marca su futuro.

En una investigación científica, se llevó a Bogotá a algunos delfines del río Amazonas para investigar sus corazones, lo que permitió al joven biólogo tener su primer contacto con estos animales fascinantes.

"Murieron rápidamente, pero finalmente hice una pasantía en un acuario en el Caribe colombiano", cuenta.

Trujillo experimentó un cambio significativo en su vida al realizar su primer viaje al Amazonas. A pesar de tener solo 19 años y carecer de recursos financieros, se lanzó junto a dos compañeros en un avión de carga hacia la selva de Leticia, que se encuentra en el sur de Colombia, en el límite con Brasil y Perú, con el objetivo. de observar a los delfines en su hábitat natural.

"Quedé encantado y decidí dedicar toda mi energía a aprender y hacer algo", afirma.

Omacha afirma haber sido el primer colombiano en realizar una tesis sobre delfines, lo que significó el inicio de una carrera que lo convertiría en un líder en la investigación y conservación de mamíferos acuáticos en la zona.

Omacha.

Cuando llegó a la Amazonía a finales de la década de 1980, se topó con un entorno desconocido y, en ocasiones, hostil.

"Tenía muchos temores, muchos miedos... Empecé a hablar con miembros de las etnias sobre los delfines, y no entendían muy bien por qué veníamos de tan lejos para estudiar los delfines", recuerda el biólogo.
Al principio, los nativos se negaron a colaborar con él y le expresaron: "no nos gustan los biólogos ni los antropólogos; vienen, están dos semanas, nos sacan la información, nunca vuelven y se hacen famosos".

Lejos de disuadirlo, lo llevó a quedarse para demostrar su dedicación a la comunidad.

"Decidí hacer un proyecto de vida ahí; empecé a pasar temporadas cada vez más largas en este pequeño pueblito", señala.

Fernando ganó la confianza y el respeto de los indígenas gracias a su enfoque comprometido y su disposición de integrarse con los locales.

Trujillo hizo uso de su sabiduría ancestral, que afirma que estar en contacto con las personas le permite comprender sus necesidades.

"Fue otra universidad para mí".

Su presencia constante y su dedicación a la preservación de los delfines le valió el sobrenombre Omacha, que le dio los indígenas ticuna.

"Veían que estaba tan obsesionado con los delfines que empezaron a llamarme Omacha, Omacha, y se reían; yo les preguntaba qué era Omacha y no me respondían; hasta que un día me dijeron que Omacha es el delfín que se transforma en persona", explica.
"Nosotros pensamos que usted es un delfín que se volvió gente y está queriendo proteger a todos sus hermanos. Usted debe ser un delfín", asegura que le dijeron.

El científico adoptó con orgullo el nombre que más tarde usaría para su fundación:

"Me pareció una designación muy bonita; a mi hija mayor le dicen Omachak, que es la cría de delfín en ticuna", asevera.

Seres curiosos, inteligentes y sagrados.

Una de las especies más emblemáticas de la región son los delfines rosados ​​del Amazonas.

Estos mamíferos acuáticos, también conocidos como botines, se distinguen por su color rosa único, que varía en intensidad según su edad y estado de salud.

Durante la temporada de lluvias, los delfines rosados ​​navegan a través de los bosques inundados en los ríos y lagos de la cuenca del Amazonas.

"Son muy curiosos. Tú vas en una canoa por medio de la selva y de pronto llegan y te empiezan a empujar la canoa, te sueltan burbujas al lado y, si te metes al agua, empiezan a pasarte cerca", describe.

Y recuerda una anécdota que tuvo en una laguna amazónica cuando perdió una bandana que valoraba mucho durante una sesión de fotos.

"Cuando me sumergí, se me cayó y salí muy triste. Dije, ah, perdí esta bandana. De pronto, sentí a alguien que me empujaba, y un delfín me la llevó en la aleta y me la devolvió", asegura.

Además de estudiar a los delfines, el equipo de Omacha los examina con capturas controladas para realizar ecografías, tomar muestras de sangre y medir parámetros.

Y para las comunidades indígenas del Amazonas, los delfines rosados ​​tienen un significado cultural profundo, a pesar de su importancia ecológica.

"Son seres sagrados para los indígenas. Ellos consideran que los delfines tienen ciudades sumergidas. Los ticunas hablan de un delfín rojo muy grande que está en otro nivel espiritual y ayuda a pasar las almas de los seres humanos muertos hacia otro mundo", afirma.

Encuentros peligrosos.

El trabajo de Omacha en la Amazonía ha tenido riesgos y dificultades. Cuando solo tenía 19 años, tuvo su primer encuentro peligroso que recuerda.

"Me salieron unos narcotraficantes armados que tenían un laboratorio ahí de cocaína y yo dije no, hasta aquí llegué. Me dicen, '¿usted quién es?'. Respondí que estaba buscando huesos de delfines y ahí casi me disparan", relata Trujillo.
"Les dije que era biólogo, me preguntaron si sabía algo de química y, cuando respondí que sí, me ofrecieron trabajar con ellos. Les dije que muchas gracias, pero no", ríe.

Según él, el río Amazonas es una zona complicada y cuenta con una variedad de grupos armados, como guerrilleros, narcotraficantes y grupos paramilitares, con los que a veces se topaba durante sus viajes.

Sin embargo, más de una vez, su integración en la selva y su conexión cercana con las comunidades locales lo salvaron.

"Nos han tocado encuentros con la guerrilla, con muchos actores. El actor armado te aborda, te intimida para averiguar quién eres, y al final te dice, ah, el de los delfines, ok, listo, no hay problema, sigan haciendo su recorrido", expone.
Agrega que "el trabajo cercano con las comunidades lo protege a uno de alguna manera, porque ellos dicen: esta gente es una buena persona, está haciendo cosas por nosotros, nos está ayudando".

Conservar la Amazonia.

Omacha, una organización fundada en Trujillo que protege a los delfines rosados ​​del Amazonas y otros mamíferos acuáticos, ha completado numerosos proyectos de conservación y sostenibilidad en los ríos Amazonas, Caribe y Orinoco.

Trujillo y su equipo han logrado establecer políticas y acuerdos que protegen los ecosistemas de los ríos y mejoran la calidad de vida de las comunidades indígenas a través de Omacha.

El biólogo ha recibido muchos premios en sus casi cuatro décadas de trabajo, incluido el Premio Whitley de Conservación que le otorgaron en 2007 en el Reino Unido, antes de ser nombrado Explorador del Año de National Geographic.

Omacha, sin embargo, cree que queda mucho por hacer para salvar la Amazonía y alerta de que corre grave peligro por la deforestación, los fenómenos climáticos extremos como la sequía, la minería ilegal (principalmente de oro) y la presencia de grupos armados.

"Mi sueño es que haya realmente una acción coordinada entre todos los gobiernos, de responsabilidad, para detener esto, para que no perdamos el Amazonas", finaliza.

Fuentes:

El Espectador, LA NACIÓN, BBC, Free Earth, NATIBO.