De Pilar al Mercosur
Cinco horas de viaje diario para concretar una carrera universitaria. Hoy con su título de abogada tiene el trabajo que siempre soñó.
Nació en Pilar. Es la segunda de cinco hermanas y un hermano, y tiene otros cuatro hermanos por parte de su papá. Cuando nació, su familia tenía estabilidad económica y recuerda sus primeros años en el negocio de su papá. Más tarde llegó la crisis del 2001 y sus consecuencias fueron tan profundas que nunca pudieron recomponerse financieramente.
Hace muy poco tiempo tuvo la oportunidad de moderar un evento organizado por la CONARE Argentina por la celebración de los 30 años del Mercosur. Solana Acosta trabaja en ACNUR Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, puntualmente como asistente legal en la Secretaría Ejecutiva de la CONARE, la Comisión Nacional para los Refugiados en Argentina. Una historia que vale la pena conocer.
¿Cómo surgió la idea de enfocar tu carrera en los derechos humanos?
No tuve referentes de personas que hubieran pasado por la universidad o tuvieran un título profesional y en la escuela secundaria pensaba que quería ser profesora de historia por un profesor que había tenido. Cuando estaba terminando esa etapa, otro profesor llevó modelos de las Naciones Unidas y despertó mi interés en el tema.
Más tarde, mi primera materia en la Universidad, después del CBC, fue Derechos humanos y garantías. Ahí me dije: quiero trabajar para las Naciones Unidas, quiero seguir Internacional público. Fue una revelación y ese día terminé de darme cuenta de que era mi vocación. Cuando terminamos de cursar la profesora me dijo: Solana, quiero hablar con vos. Ahí me di cuenta de que en la UBA no sos un número porque ella sabía mi nombre y gracias a mi participación activa en las clases, me invitó a ser ayudante de cátedra. ¡No lo podría creer!
¿Cómo fueron los primeros pasos en la universidad?
Fue complicado porque en mi casa había muchas dificultades económicas. Cuando terminé el secundario, mi papá fue muy sincero conmigo y me dijo que lo único que podía darme era para los viáticos. Y por esas cosas del destino empecé un camino en el cual encontré mucha gente dispuesta a ayudarme. La primera fue una chica que me prestó todos los apuntes del CBC y me salvó ese primer año.
Más tarde un compañero del colegio me avisó de las becas Bisblick, me anoté y me seleccionaron. Ellos me acompañaron económicamente con fondos para pagar apuntes y viáticos, y conté con el acompañamiento de una tutora durante toda la carrera.
Para el 2016 mi hermana mayor se quedó sin trabajo y empecé a buscar uno para mí. Hice un pacto conmigo misma, iba a trabajar pero no iba a dejar mi carrera. Busqué un trabajo que me permitiera estudiar y una amiga que me hice en el CBC me recomendó.
Las circunstancias en las que tenés que ayudar a llevar el pan te ponen en una situación difícil. Me levantaba a las 5 de la mañana, viajaba a la universidad, trabajaba de tarde, estudiaba el fin de semana. Ese sacrificio valió la pena por las oportunidades que vinieron después.
¿Qué es lo que más te costó?
Sin dudas manejar el autoboicot. Es difícil porque si bien estaba muy segura de lo que quería hacer, en un momento de la segunda parte de la carrera empecé a ver que las oportunidades no eran para mí. Veía a mis compañeros como personas que estaban en un camino asfaltado mientras yo iba por uno de tierra, llovía y ni siquiera tenía paraguas.
La crisis más grande que tuve fue cuando hice el ejercicio de pensarme recibida y me imaginé sin poder ejercer la orientación que elegí, tenía mucho miedo.
¿Dónde veías la mayor dificultad?
Yo no fui a un colegio bilingüe, no sabía inglés y temía que todo ese tiempo en el que trabajaba, estudiaba y hacía el esfuerzo iban a ser en vano. Fue muy difícil transitar esa parte, sobre todo porque empecé a mirar a otros y me desenfoqué. El choque es muy fuerte. Cuando mirás tus zapatillas que están al borde de romperse… y el resto está en otra, sentís que no vas a poder.
Pero en esa adversidad, también pude ver otra cosa. En los momentos en que veía lo positivo, no me importaba cuánto tiempo me iba a costar pero quería creer que en algún momento la oportunidad iba a llegar y yo la iba a tomar.
¿Quiénes fueron tu apoyo?
Sin dudar, mi familia. Mi mamá me acompañaba a las 5 de la mañana a tomar el colectivo y todos me apoyaron. Siempre respetaron mi objetivo.
Mis amigas siempre respetaron que mi prioridad era la universidad y trabajar. Nuestros encuentros eran esporádicos, realmente no me daba el cuerpo para salir. Y aún así ese vínculo perduró.
El apoyo de BisBlick fue fundamental, no solo mi tutora sino todas las personas que están en la fundación. Cuando no tenés referentes, escuchar experiencias de otras personas… sobre cómo elegir una cátedra o cómo organizar los horarios para mí fue fundamental.
Después de seis años de estudiar en el tren y en el colectivo, los días que tenía franco y los fines de semana, me recibí. Soy la primera profesional en la historia de mi familia.
¿Cómo llegaste a ACNUR?
A los tres meses de haberme recibido apareció la oportunidad de trabajar para un organismo internacional, puntualmente en ACNUR Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Soy asistente legal en la Secretaría Ejecutiva de la CONARE, la Comisión Nacional para los Refugiados en Argentina.
Como nuestro país tenía la presidencia pro témpore en el Mercosur, la CONARE Argentina desarrolló una serie de actividades con las CONARE de otros países miembros. Y para el Evento de los 30 años del Mercosur, para la parte relacionada con las personas apátridas y refugiadas, la Secretaría Ejecutiva de la CONARE me pidió que fuera la moderadora del encuentro. Mi rol fue presentar a personas referentes en el ámbito y a quienes admiro.
Me hace feliz saber que estoy en un lugar donde me permiten crecer y seguir aprendiendo. Sé que es el principio de un largo camino de perfeccionamiento, y aunque si bien las oportunidades no son las mismas para todos, hay mucha gente que está dispuesta a darlas.
¿Cómo se abrió la oportunidad de trabajar en el lugar que habías soñado?
Desde que me pasó estoy le digo a todo el mundo que hablen de sus deseos porque nunca sabés desde dónde puede llegar la oportunidad que estás buscando.
Siempre me costó pedir ayuda pero en ese proceso para aplicar al puesto, todas las cosas que había hecho cobraron sentido. Todas esas personas sabían que era lo que yo quería hacer y todos los vínculos que construí a lo largo de estos años de estudiante universitaria fueron mis contactos de oro.
Juan, a quien había conocido en 2014 cuando me anoté en un curso de emprendedorismo, me recomendó. Mi profe de la facultad, quien me eligió como ayudante de cátedra, hizo una carta de recomendación que ni siquiera me pedían. Mi tutora Silvina me ayudó a completar el formulario y otra tutora me ayudó a editar la carta para solicitar el puesto. Me di cuenta que no estaba sola. Fueron 4 días de completar la solicitud en los que sentí todo el apoyo. Fue una de las satisfacciones más grandes que tuve. Pero aún cuando logré el trabajo de mis sueños, sigo siendo un caso aislado. Si alguien me toma como ejemplo, lo agradezco pero la verdad es que hoy miro para atrás y me doy cuenta que muchos de mis amigos no llegaron a la universidad y necesitamos de muchas más personas que estén dispuestas a confiar y dar oportunidades, personas como las que yo tuve la suerte de encontrar.