Buenos Aires, la reina del plata
Los viajes son viajes y quizá más de uno que lee estos relatos lo hace desde otra parte del mundo de la que me encuentro ahora mismo.
Conocí muchos extranjeros que se fascinaron con mi ciudad: Buenos Aires. Uno desde aquí sueña con la Torre Eiffel y ellos, aunque no se crea, sueñan con tomarse una fotografía con el Obelisco de fondo.
La reina del Plata tiene mucho para ser visto, huele a tango en cada esquina y esa atmósfera bohemia son elementos que ejercen la fuerza de un imán. Modernidad y antigüedad se fusionan en una ciudad que pareciese que no duerme porque su encantamiento cambia de color con cada momento del día.
Pasear por San Telmo y ahondarse en su arte, caminar por el barrio de Quinquela y conocer cómo fuimos construyendo nuestra historia llena de inmigrantes italianos y españoles, en su mayoría, nos hace ricos culturalmente.
Una urbe cosmopolita tiene de todo para todos los gustos, sin embargo si hablamos de gastronomía "todos los gustos" coincidirán en que el asado, el dulce de leche y los alfajores se llevan los primeros premios en fanatismo de sabores.¿Me estoy olvidando de algo? ¡No! las empandas son esa cosa rara con algo raro en los bordes que se rellena con carne (hay variantes) y que gustan mucho a los turistas extranjeros.
Otra cita indispensable es darse una vuelta por la Avenida Corrientes y tomarse un cafecito en uno de sus bares que despliegan una inquietante aromática llena de historia. Para los que no lo saben, los bares o cafés son esos sitios típicos para encontrarse con amigos a charlas de la vida o hacer proyectos o hablar de trabajo. Si decimos "vamos a tomar un café" sabemos la hora de encuentro pero no de final.
Foto por Henrique Félix / Unsplash
Buenos Aires es sinónimo de bohemia.
Foto de portada por marcos mayer / Unsplash